Tácito

Definición

Donald L. Wasson
por , traducido por Edilsa Sofia Monterrey
Publicado el 02 junio 2020
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés
Modern Statue of Tacitus (by SPÖ Presse und Kommunikation, CC BY-ND)
Estatua moderna de Tácito
SPÖ Presse und Kommunikation (CC BY-ND)

Cayo o Publio Cornelio Tácito (quien vivió en torno al 56 d.C. y murió en torno al 118 d.C.) fue un historiador romano, activo durante el reinado de Trajano (que reinó del 98 al 117 d.C.) y en los primeros años de Adriano (que reinó del 117 al 138 d.C.). Entre sus obras, las más conocidas son las Historias y los Anales, las cuales cubren la historia del Imperio romano desde el tiempo de los Julio-Claudios hasta el reinado de Domiciano (que reinó del 81-96 d.C.). Aunque se le conozca mejor por sus escritos históricos, también tuvo una larga carrera pública; prestó servicios como cuestor imperial en el 81 d.C., como pretor en el 88 d.C., como tribuno de la plebe, como cónsul en el 97 d.C. y como procónsul de Asia del 112 al 113 d.C.

Aunque criticó mucho a los emperadores Tiberio (que reino del 14-37 d.C.), Nerón y Domiciano, sus obras revelan lealtad y devoción hacia el imperio; sin embargo, frecuentemente se lo critica por su tratamiento poco cuidadoso de la geografía y de la historia militar. Muchos historiadores creen que su personalidad puede verse a través de sus obras; no sólo demuestra tener imaginación e ingenio humorístico, sino también revela un sentimiento de indignación moral. Las obras que han sobrevivido son:

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  • Agrícola (De vita Julii Agricolae)
  • Germania (De origine et situ Germanorum)
  • Diálogo de los oradores (Dialogus de oratoribus)
  • Historias (Historiae)
  • Anales (Annales)
EN AGRÍCOLA, TÁCITO APROVECHÓ LA OPORTUNIDAD PARA ATACAR A ROMA CUANDO MENCIONÓ QUE LOS ROMANOS ERAN LOS «SAQUEADORES DEL MUNDO» Y BUSCABAN DOMINAR PARA BENEFICIARSE.

Vida

Considerado por muchos como el más importante de los historiadores romanos, Cayo o Publio Cornelio Tácito nació en torno al año 56 d.C., durante el reinado del emperador Nerón (que reinó del 54-68 d.C.), en el seno de una familia provincial próspera de la Galia Cisalpina. Recibió una excelente educación; estudió retórica y derecho mientras leía las obras del gran orador romano, Cicerón, y del retórico, Quintiliano. Más tarde, con su buen amigo Plinio el Joven, hizo una breve comparecencia ante la corte de justicia romana. Aunque su nombre se haya perdido en la historia, en el 77 d.C., Tácito se casó con la hija del gobernador de Britania, Gneo Julio Agrícola. El gobernador sería el tema de una de las más famosas obras de Tácito, Agrícola (De vita Julii Agricolae), que fue escrita en torno al 97-98 d.C. Aunque más bien sea una biografía, Tácito aprovechó la oportunidad como autor para atacar a Roma cuando mencionó que los romanos eran los «saqueadores del mundo» y buscaban dominar para beneficiarse.

Agrícola

Obra escrita por la misma época que Germania, Agrícola fue un elogio moral a su suegro. Agrícola fue más que un militar: nombrado cónsul una sola vez, ascendió en la jerarquía hasta convertirse en el gobernador de la Britania romana (74-84 d.C.). Para el lector es obvio que Tácito no tenía en alta estima al emperador Domiciano: «el aspecto más cruel de nuestras miserias bajo Domiciano era verlo y ser visto cuando nuestros suspiros se anotaban» (Agrícola, trad. J.M. Requejo, p.96/226).[1] A Domiciano se le ve como un déspota paranoico, extremadamente celoso del éxito de Agrícola, pero tenía razón de tenerle celos. El gobernador tuvo un tremendo éxito durante su tiempo en Britania, en el que extendió las fronteras de la provincia dentro de Caledonia (actual Escocia) y realizó una extensa romanización de la isla construyendo templos y edificios al estilo romano. Agrícola también se ocupó de que los hijos de la élite fueran educados como se debe, especialmente en latín. Sobre el tiempo de Agrícola en Britania, Tácito escribió:

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Cuando había terminado con sus deberes, deponía la máscara de autoridad; abandonaba el aire serio, la arrogancia y la avaricia. Ni su afabilidad le quitó el prestigio ni, cosa bastante rara, su severidad las simpatías. (Tácito, Agrícola, traducido por J.M. Requejo, p.61/226)[2]

Agricola
Estatua de Agrícola
Ostrich (Public Domain)

Desafortunadamente, después de que fue llamado de vuelta a Roma por Domiciano, Agrícola sintió de lleno el aguijonazo de la ira del emperador; se le negaron el «honor y la gloria que merecía». Sin embargo, Tácito escribió que su suegro no cortejaba la fama. En su libro SPQR, Mary Beard escribió: «El mensaje principal es que el régimen imperial no le daba cabida a la tradicional virtud romana ni a la proeza militar»[3] (página 494). Después de la muerte de su suegro, el historiador lo elogió cuando declaró:

¡Afortunado tú, Agrícola, no sólo por la grandeza de tu vida, sino por la oportunidad de tu muerte! … afrontaste el instante decisivo firme y resignado, como si regalases al Príncipe una inocencia en la parte que te correspondía. (Tácito, Agrícola, traducido por J.M. Requejo, págs. 96-97/226)[4]

Germania

Germania fue un recuento detallado de los germanos: sus costumbres, religión, gobierno y actitud hacia la guerra. Habiendo hecho una comparación, Tácito consideraba que los germanos eran puros a nivel social, mientras que los romanos eran vistos como decadentes y laxos moralmente.

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Estoy convencido de que los germanos son indígenas y que de ningún modo están mezclados con otros pueblos, bien como resultado de emigraciones, bien por pactos de hospitalidad… Me adhiero a la opinión de que los pueblos de Germania, al no estar degenerados por matrimonios con ninguna de las otras naciones, han logrado mantener una raza peculiar, pura y semejante sólo a sí misma. (Tácito, Germania, traducido por J.M. Requejo, págs. 113-115/226)[5]

Ellos eran gente de virtud simple y cuando no estaban guerreando pasaban el tiempo sin hacer nada, se dedicaban a dormir y a comer. Por el contrario, como lo expresó más adelante en sus escritos, Tácito creía que el Imperio romano estaba experimentando una decadencia de los valores morales; una opinión que ya había sido expresada años atrás por el orador Cicerón (106 - 43 a.C.). Y, como en Agrícola, Tácito aprovechó la oportunidad para atacar a Roma. [Según el estudioso italiano E. Paratore,] «habría un manojo de intencionalidades, entre ellas la moralística: oponer la vida sana y las costumbres puras de los germanos a la degeneración de las costumbres y la descomposición social en Roma» (pág. 110/226).[6] Aunque los germanos no tuvieran el gusto por la paz, Tácito añade: «Los más valientes y belicosos entregan el cuidado de la casa, el hogar y los campos a las mujeres, ancianos y a los más débiles de la familia, mientras ellos languidecen…» (pág. 124/226).[7]

Map of Celtic and Germanic Tribes
Mapa de las tribus celtas y germánicas
The History Files (Copyright)

Tácito dedica un tiempo considerable a discutir la cultura de las diferentes tribus (la etnografía) de Germania; entre otras muchas los catos, los tencteros, los angrivarios, los camavos, los dulgobnios, los frisios, los longobardos y los suevos. Al final, Tácito hizo énfasis en que las tribus germánicas, si se unieran, podrían representar un peligro para la Galia romana.

Diálogo de los oradores

El Diálogo de los oradores de Tácito, escrito en algún momento en torno al año 101-102 d.C., es una discusión entre cuatro hombres (dos abogados y dos literatos) sobre el estatus (o posible pérdida) de la buena oratoria en Roma. En los párrafos introductivos, Tácito escribió que esta era una conversación de la cual fue testigo cuando era joven. Cita su propio punto de vista cuando escribió: «…mientras los siglos pasados florecieron con el ingenio y la gloria de tantos oradores eminentes, nuestra época, abandonada y privada del renombre de la elocuencia, a duras penas conserva siquiera el nombre mismo de orador» (pág. 167/226).[8] Aunque uno de los hombres afirma que no ha habido ningún declive, los otros tres insisten con firmeza en que en el último siglo, especialmente desde los tiempos de Cicerón, la elocuencia en la oratoria tristemente estaba disminuyendo. Este deterioro se debía sobre todo al cambio político desde el fin de la República romana, un período de anarquía política. Desde aquel entonces, el arte de la elocuencia ya no era necesario.

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Esta circunstancia está tan descuidada por los declamadores de nuestra época que, en sus alegatos, pueden descubrirse los vicios feos y desagradables de nuestro lenguaje coloquial, ignoran las leyes, no recuerdan los senadoconsultos… (Tácito, Diálogo de los oradores, traducido por J.M. Requejo, pág. 204/226)[9]

Desde que empezó a estudiar siendo todavía un joven, Tácito desarrolló un inmenso respeto por Cicerón y su habilidad oratoria, así que hablando por medio de uno de estos hombres, Tácito escribió:

Paso a Cicerón, que tuvo con sus coetáneos la misma pugna que yo ahora con vosotros: aquellos admiraban a los antiguos y él situaba en el primer lugar la elocuencia de su época; y en ninguna otra cosa dejó más atrás a los oradores de su tiempo que en su atinado criterio… (Tácito, Diálogo de los oradores, traducido por J.M. Requejo, pág. 192/226)[10]

Cicero
Busto de Cicerón
Mary Harrsch (Photographed at the Capitoline Museum) (CC BY-NC-SA)

Historias

Mientras que su Agrícola y su Germania lo establecieron como un historiador respetado, sus obras más conocidas son las Historias y los Anales. Juntas, estas cubren la historia del imperio desde el tiempo de los Julio-Claudios hasta el reinado de Domiciano (un total de 30 libros). Desafortunadamente, muchos de estos libros se han perdido y se conserva un tercio. Las Historias cubren la agitación política que siguió después de la muerte de Nerón, el año de los cuatro emperadores, Galba (que reinó del 68-69 d.C.), Otón (que reinó en el 69 d.C.), Vitelio (que reinó en el 69 d.C.) y Vespasiano (que reinó del 69-79 d.C.), y termina con la subida al trono de Domiciano. Aunque le tuvo poco respeto a los primeros tres de los cuatro emperadores, Tácito creía que la ascensión al trono de Vespasiano representaba una señal de buena fortuna. Pudiera ser que fuera algo codicioso, pero este último era un soldado innato y cambió para mejor desde que empezó a ejercer su cargo. Fue durante este tiempo que Tácito prestó servicio como procónsul en Asia.

En la introducción de las Historias escribió:

Doy principio a una empresa llena de varios casos, de guerras atroces, de sediciones y alborotos, crueles hasta en la misma paz… Bien que no fue aquel siglo tan estéril de virtud, que faltasen muchos buenos ejemplos de que tomar enseñanza… (Tácito, Historias, traducidas por C. Coloma, págs. 6-7/590)[11]

Añadió que lo que quería hacer era escribir sobre las condiciones de la ciudad, las «disposiciones de ánimo» del Ejército romano, las actitudes de las provincias del imperio y terminar con las debilidades y los puntos fuertes de todo el imperio.

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Aunque fue bien recibida, en lo que respecta a los logros militares de los emperadores, la obra fue criticada por ser muy poco militar, por la falta de estrategia, cronología y topografía. Sin embargo, lo que sí hizo fue escribir de una manera que captaba la atención del lector.

Anales

La obra Anales comienza con la muerte de Augusto (que reinó del 27 a.C. al 14 d.C.) y termina antes de la muerte de Nerón; sin embargo, están perdidos dos años de Tiberio (que reinó del 14-37 d.C.), todo Calígula (que reinó del 37-41 d.C.), la mitad de Claudio (que reinó del 43-54 d.C.) y los dos últimos años de Nerón. Escribió:

No he tomado por asunto referir aquí los pareceres de todos, sino los más excelentes por su honestidad, o los más notables, por su infamia: cuidado y ocupación precisa de quien se encarga de escribir anales, para que no se pasen en silencio los actos virtuosos, y sea temida por los venideros la deshonra de los hechos y dichos infames. (Tácito, Anales, traducidos por C. Coloma, Tomo I, Libro III, pág. 175/303)[12]

A TRAVÉS DE SUS OBRAS, TÁCITO LAMENTA LA PÉRDIDA DE LA REPÚBLICA Y SE REFIERE A LA DECADENCIA DEL IMPERIO.

Escribió durante una época importante ya que el imperio se estaba estableciendo como el poder dominante en el mar Mediterráneo, pero repetía su advertencia de que Germania y Asia podían presentar problemas en el futuro. Aunque pareciera admirar al primer emperador, Augusto, Tácito creía que empezando con él, el Senado romano se convirtió en un órgano disminuido. El emperador Tiberio, aunque visto como un emperador que rehusaba serlo y que encontraba que el cargo era intolerable, no se escapó de la ira de Tácito. Consideraba que era taimado, artero y un tirano. «…porque viviendo [Livia] Augusta, quedaba todavía una cierta forma de refugio a causa del envejecido respeto de Tiberio para con su madre, y porque Seyano no se atrevía a oponerse a su autoridad…» (Tomo I, Libro V, pág. 251/303)[13]. Seyano (a veces escrito Sejano), quien gobernaba Roma mientras que Tiberio permanecía ocioso en Capri, se describe como un ser malvado y artero. A Claudio se le ve no sólo como un hombre con una personalidad meditabunda, sino también dominado por sus esposas y libertos. Tácito aprovechó una oportunidad para demostrar su humor ingenioso con un ejemplo singular. Cuando Claudio fue informado sobre la muerte de Mesalina, no pregunto cómo murió, sino que simplemente terminó su comida. Tácito escribió sobre la muerte de Claudio a manos de Agripina:

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Fueron después tan notorias estas cosas, que los escritores de aquel tiempo dejaron dicho hasta que el veneno se le dio en un guisado de hongos, de que solía gustar mucho, y que no se conoció tan presto la violencia del tósigo, o por la tontedad de Claudio o por su embriaguez. (Tácito, Anales, traducidos por C. Coloma, Tomo II, Libro XII, pág. 81/370)[14]

Nero and Agrippina
Relieve representando a Nerón y Agripina
Carole Raddato (CC BY-NC-SA)

El sucesor de Claudio, el emperador Nerón, se describe como un hombre que trataba a Roma como si fuera su propia casa, especialmente después de la construcción de su Domus Aurea (residencia de oro): solía invitar a los ciudadanos para que hicieran un recorrido de su casa palaciega y de sus bellos jardines. Tácito escribió que Nerón se había liberado después de la muerte, que él mismo orquestó, de su amada madre Agripina. En lo que concierne al gran incendio de Roma en el 64 d.C. y al palacio de Nerón, Tácito escribió:

Nerón, que en aquel momento se hallaba en Anzio, no volvió a la Ciudad hasta que el fuego se acercó a su casa, con la que había unido al Palacio y los Jardines de Mecenas… Por lo demás Nerón se aprovechó de las ruinas de su patria y levantó una mansión en la que no eran tanto de admirar las piedras preciosas y el oro –algo ya antes usual y por entonces lujo muy corriente– como los jardines y estanques… (Tácito, Anales, traducidos por J.L. Moralejo, Libro XV, págs. 238-241/321)[15]

Desafortunadamente, la discusión de Tácito sobre la muerte de Nerón se ha perdido.

Conclusión

A través de sus obras, Tácito lamenta la pérdida de la República y se refiere a la decadencia del imperio que él atribuye al deterioro creciente de la decencia de la ciudad (algo que su querido Cicerón había visto en su propio tiempo). Para explicar el propósito de sus obras y mostrar su respeto hacia sus colegas los historiadores escribió:

Sé muy bien que muchas de estas cosas que he contado y pienso contar, parecerán por ventura muy leves y no dignas de ponerse en memoria; mas no se haga comparación de nuestros anales con las materias por donde pudieron discurrir los que recogieron las cosas antiguas del pueblo romano: porque aquellos trataron libremente de guerras grandes, de expugnaciones de ciudades, de reyes presos o puestos en huida; y si a veces se volvían a los sucesos de casa… Nuestro trabajo está ceñido más estrecho, y por consiguiente es capaz de menor gloria: una paz no alterada, o bien poco, las cosas de Roma afligidas, y el príncipe sin cuidado de extender el imperio. Todavía no será fuera de propósito considerar estas cosas, despreciables a primera vista, dado que pueden sacarse de ellas notables documentos. (Tácito, Anales, traducidos por C. Coloma, Tomo I, Libro IV, pág. 212/303)[16]

Un historiador, David Potter, dijo que Tácito era muy consciente de la libertad que se le había otorgado para escribir tal y como quisiera; algo que no tuvieron a su disposición aquellos en los primeros años de la Roma imperial.

***

[1] Cornelio Tácito. Agrícola – Germania – Diálogo sobre los oradores. Introducción, traducción y notas de J.M. Requejo; asesor para la sección latina: Sebastián Mariner Bigorra; obra revisada por José Luis Moralejo Álvarez. Biblioteca Clásica Gredos, 36. Madrid: Editorial Gredos (1981), p.96/226. https://archive.org/details/tacito.-agricola-germania-dialogo-sobre-los-oradores-ocr-g-1981/page/n1/mode/2up. Consultado el 18 de julio de 2023.

[2] Ibid., página 61/226.

[3] N. de la T.: La cita ha sido traducida al español a partir del texto original en inglés y estará publicada por ‘World History Encyclopedia’ con la amable autorización de los titulares del derecho de autor, la editorial Profile Books Limited (correo electrónico del 28/07/2023). Fuente: © Mary Beard, 2015, SPQR: A History of Ancient Rome, una publicación de la editorial Liveright|W.W. Norton & Company, Inc. Publishing Corporation.

[4] Tácito, Agrícola, op.cit., págs. 96-97/226.

[5] Tácito, Germania, op.cit., págs. 113 y 115/226, respectivamente.

[6] Ibid., pág. 110/226.

[7] Ibid., pág. 124/226.

[8] Tácito, Diálogo, op.cit., pág. 167/226.

[9] Ibid., pág. 204/226.

[10] Ibid., pág. p.192/226.

[11] Cayo Cornelio Tácito. Las Historias. Latín-Castellano. Tomo III. Traducidas por don Carlos Coloma; corrección e ilustración con notas de don Joaquín Rubió y Ors. Ex Libris August Matons. Barcelona: Imprenta del Diario de Barcelona (1866), págs. 6-7/590. https://books.google.com/. Consultado el 18 de julio de 2023.

[12] Cayo Cornelio Tácito. Los Anales. Tomo I. Traducidos por don Carlos Coloma. Madrid: Librería de la viuda de Hernando y Compañía (1890), Libro III, p.175/303. https://archive.org/details/tacitus-los-anales-v-1/page/n5/mode/2up. Consultado el 19 de julio de 2023.

[13] Ibid., pág. 251/303.

[14] Cayo Cornelio Tácito. Los Anales. Tomo II. Traducidos por don Carlos Coloma. Biblioteca Clásica. Madrid: Librería de la viuda de Hernando y Compañía (1891), pág. 81/370. https://archive.org/details/tacitus-los-anales-v-2/page/n3/mode/2up. Consultado el 19 de julio de 2023.

[15] Tácito, Anales. Libros XI-XVI. Traducción y notas de José L. Moralejo; asesor para la sección latina: Sebastián Mariner Bigorra; traducción revisada por Lisardo Rubio Fernández. Ex Libris Armauirumque. Biblioteca Clásica Gredos, 30. Madrid: Editorial Gredos (1980), Libro XV, págs. 238-239/321 y 241/321, respectivamente. https://archive.org/details/t-anales/mode/2up. Consultado el 19 de julio de 2023.

[16] Tácito, Anales, op.cit., Tomo I, Libro IV, pág. 212/303).

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Edilsa Sofia Monterrey
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.

Sobre el autor

Donald L. Wasson
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a leer sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le hace ilusión transmitir conocimientos a sus alumnos.

Cita este trabajo

Estilo APA

Wasson, D. L. (2020, junio 02). Tácito [Tacitus]. (E. S. Monterrey, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-539/tacito/

Estilo Chicago

Wasson, Donald L.. "Tácito." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación junio 02, 2020. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-539/tacito/.

Estilo MLA

Wasson, Donald L.. "Tácito." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 jun 2020. Web. 27 abr 2024.

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