Los gatos en el mundo antiguo

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Gilda Macedo
Publicado el 17 noviembre 2012
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Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, alemán, turco

Los gatos y los seres humanos han compartido la vida durante miles de años y, aunque no siempre han sido tan apreciados como en la actualidad, han desempeñado un papel importante en numerosas culturas. Siempre enigmático, el gato ha sido a veces objeto de desconfianza por parte de diversas civilizaciones, pero siempre ha conseguido demostrar su valía.

Aunque se acepta comúnmente que los gatos fueron domesticados por primera vez en Egipto hace 4000 años, su historia entre los seres humanos se remonta mucho más atrás. Actualmente se sabe que los gatos salvajes vivían entre los pueblos de Mesopotamia hace más de 100 000 años y que fueron domesticados allí aproximadamente 12 000 años, al mismo tiempo que los perros, las ovejas y las cabras. Las excavaciones arqueológicas de los últimos diez años han aportado pruebas de que el Gato Montés de Oriente Próximo es el pariente más cercano del gato doméstico actual y fue criado por los agricultores mesopotámicos, muy probablemente como medio para controlar las plagas como los ratones, atraídos por el suministro de grano.

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El escritor David Derbyshire cita un proyecto de investigación de 2007 en el que "se utilizaron muestras de ADN de 979 gatos salvajes y domésticos para reconstruir el árbol genealógico de los felinos. Se buscaron marcadores en el ADN mitocondrial, un tipo de material genético que se transmite de las madres a los gatitos y que puede revelar en qué momento los linajes de gatos salvajes y domésticos estuvieron más estrechamente relacionados". Este proyecto fue dirigido por el Dr. Andrew Kitchener, zoólogo de los Museos Nacionales de Escocia, quien escribe: "Esto demuestra que el origen de los gatos domésticos no fue el Antiguo Egipto (que es la opinión predominante) sino Mesopotamia y que ocurrió mucho antes de lo que se pensaba. El último ancestro común de los gatos salvajes y los domésticos vivió hace más de 100 000 años" (Derbyshire).

Los hallazgos del Dr. Kitchener se basan en las pruebas de la domesticación de los gatos que se obtuvieron en 1983 del descubrimiento de un esqueleto de gato en una tumba que data del 9500 a. C. en la isla de Chipre. Este hallazgo, realizado por el arqueólogo Alain le Brun, fue importante porque Chipre no tenía una población de gatos autóctonos y es poco probable que los colonos hubieran llevado un gato salvaje en barco a la isla.

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Bastets & Sekhmets
Bastets y Sekhmets
Kotomi Yamamura (CC BY-NC-SA)

Los gatos en el antiguo Egipto

La asociación del gato con el antiguo Egipto es comprensible, ya que la cultura egipcia era famosa por su devoción al gato. La exportación de gatos desde Egipto estaba tan estrictamente prohibida que se creó una rama del gobierno exclusivamente para ocuparse de este asunto. Se enviaban agentes gubernamentales a otras tierras para encontrar y devolver los gatos que habían salido de contrabando. Está claramente establecido que, hacia el año 450 a. C., la pena por matar a un gato en Egipto era la muerte (aunque se cree que esta ley se cumplía mucho antes). La diosa Bastet, comúnmente representada como un gato o como una mujer con cabeza de gato, era una de las deidades más populares del panteón egipcio. Era la guardiana del hogar y la casa, la protectora de los secretos de las mujeres, la guardiana contra los espíritus malignos y las enfermedades, y la diosa de los gatos.

Su centro ritual era la ciudad de Bubastis ("Casa de Bastet") en la que, según Heródoto (484-425 a. C.), se construyó un enorme complejo de templos en su honor en el centro de la ciudad. Heródoto también cuenta que los egipcios se preocupaban tanto por sus gatos que anteponían su seguridad a la vida y la propiedad humana. Cuando una casa se incendiaba, los egipcios se preocupaban más por rescatar a los gatos que por cualquier otra cosa, y a menudo corrían hacia el edificio en llamas o formaban un perímetro alrededor de las llamas para mantenerlos a una distancia segura.

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Heródoto escribe que cada vez que moría un gato, "todos los habitantes de una casa se afeitan las cejas [en señal de profundo luto]. Los gatos que han muerto son llevados a Bubastis, donde se embalsaman y se entierran en receptáculos sagrados" (Nardo 117). El periodo de luto se consideraba terminado cuando a la gente le volvían a crecer las cejas. Se han encontrado gatos momificados en Bubastis y en otros lugares de Egipto, a veces enterrados con sus dueños o cerca de ellos, como demuestran los sellos de identificación de las momias.

Sin embargo, el mayor ejemplo de la devoción egipcia por el gato proviene de la batalla de Pelusium (525 a. C.), en la que Cambyses II de Persia derrotó a las fuerzas del Faraón Egipcio Psametik III para conquistar Egipto. Conociendo la afición de los egipcios por los gatos, Cambyses hizo que sus hombres acorralaran a varios animales, entre los que se encontraban principalmente los gatos, y los condujeran ante las fuerzas invasoras hacia la ciudad fortificada de Pelusium, en el Nilo.

Los soldados persas pintaron imágenes de gatos en sus escudos y puede que sostuvieran gatos en sus brazos y marcharan detrás del muro de animales. Los egipcios, reacios a defenderse por miedo a dañar a los gatos (y quizá a la pena de muerte si mataban a uno), y desmoralizados al ver la imagen de Bastet en los escudos del enemigo, cedieron la ciudad y dejaron que Egipto cayera en manos de los Persas. El historiador Polieno (siglo II d. C.) escribe que, tras la rendición, Cambyses cabalgó triunfante por la ciudad y lanzó gatos en la cara de los egipcios derrotados en señal de desprecio.

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Cat Mummy
Momia de un gato
Mary Harrsch (Photographed at the Rosicrucian Egyptian Museum, Calif.) (CC BY-NC-SA)

Los egipcios también son responsables del propio nombre "gato", ya que deriva de la palabra norteafricana para designar al animal, quattah, y, como el gato estaba tan estrechamente asociado a Egipto, casi todas las demás naciones europeas emplean variaciones de esta palabra: Francés, chat; sueco, katt; alemán, katze; italiano, gatto; español, gato, etc. (Morris, 175). La palabra coloquial para designar a un gato (puss o pussy;"gatito" o "gatita") también está asociada a Egipto, ya que deriva de la palabra Pasht, otro nombre para Bastet.

Los gatos en la India

Los gatos se mencionan en las dos grandes epopeyas literarias de la India antigua, El Mahabharata y El Ramayana (ambas del siglo V/IV a. C.). En El Mahabharata, un famoso pasaje se refiere al gato Lomasa y al ratón Palita, que se ayudan mutuamente a escapar de la muerte y discuten ampliamente sobre la naturaleza de las relaciones, en particular aquellas en las que una de las partes es más fuerte o más poderosa que la otra. En el Ramayana, el dios Indra se disfraza de gato tras seducir a la bella doncella Ahalya para escapar de su marido. Como en todas partes, en la India los gatos se consideraban especialmente útiles para controlar las poblaciones de criaturas menos deseables como ratones, ratas y serpientes, por lo que se les rendía homenaje en las casas, las granjas y los palacios de todo el país.

El hecho de que el gato era considerado algo más que un método de control de plagas queda corroborado por la veneración que se le rinde a los felinos en la literatura de la India. La famosa historia del Gato con Botas (más conocida por la versión francesa de Charles Perrault, 1628-1703) está tomada de un cuento popular indio mucho más antiguo, el Panchatantra, del siglo V a. C. (aunque el personaje del amo del gato tiene una personalidad muy diferente en el cuento más antiguo que en el de Perrault). La estima que se tenía a los gatos también queda patente en la diosa gatuna de la India, Sastht, que desempeñaba un papel muy parecido al de Bastet y era igual de venerada.

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El gato persa

Un cuento persa afirma que el gato fue creado mágicamente. El gran héroe persa Rustum, en campaña, salvó una noche a un mago de una banda de ladrones. Rustum ofreció al anciano la hospitalidad de su tienda y, mientras estaban sentados fuera, bajo las estrellas, disfrutando del calor del fuego, el mago le preguntó a Rustum qué deseaba como regalo en recompensa por haberle salvado la vida. Rustum le dijo que no deseaba nada, ya que todo lo que podía desear ya lo tenía ante sí en el calor y el confort del fuego, el aroma del humo y la belleza de las estrellas. El mago tomó entonces un puñado de humo, le añadió llama y bajó dos de las estrellas más brillantes, las amasó entre sus manos y sopló sobre ellas. Cuando abrió las manos hacia Rustum, el guerrero vio un pequeño gatito de color gris humo, con ojos brillantes como las estrellas y una diminuta lengua que brotaba como la punta de una llama. De este modo, se creó el primer gato persa como muestra de agradecimiento a Rustum.

El profeta Mahoma también era muy aficionado a los gatos. Según la leyenda, el diseño de la "M" en la frente del gato atigrado se hizo cuando el profeta bendijo a su gato favorito poniendo su mano sobre su cabeza. Este gato, Meuzza, también aparece en otra famosa historia en la que Mahoma, llamado a la oración, encontró al gato dormido sobre su brazo. En lugar de molestar al gato, Mahoma cortó la manga de su túnica y dejó que Meuzza durmiera. El estatus del gato, por tanto, se vio reforzado por su asociación con una figura de la divinidad.

The Gayer-Anderson Cat
El gato de Gayer-Anderson
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

Los gatos en China y Japón

Lo mismo ocurría en China, donde se representaba a la diosa Li Shou en forma de gato y se le hacían peticiones y sacrificios para controlar las plagas y la fertilidad. También era una diosa muy popular que se creía que encarnaba la importancia de los gatos en los primeros tiempos de la creación. Un antiguo mito chino cuenta que, en el principio del mundo, los dioses designaron a los gatos para supervisar el funcionamiento de su nueva creación y, para que la comunicación fuera clara, les concedieron el poder del habla. Sin embargo, los gatos estaban más interesados en dormir bajo los cerezos y jugar con las flores que caen que en la tarea mundana de tener que prestar atención al funcionamiento del mundo.

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Tres veces vinieron los dioses a comprobar si los gatos hacían bien su trabajo y las tres veces se decepcionaron al encontrar a sus felinos supervisores dormidos o jugando. En la tercera visita de los dioses, los gatos explicaron que no tenían interés en dirigir el mundo y propusieron a los seres humanos para el puesto. El poder de la palabra se les quitó a los gatos y se les dio a los humanos, pero como los humanos parecían incapaces de entender las palabras de los dioses, a los gatos se les confió la importante tarea de llevar el tiempo y así mantener el orden. Se creía que se podía saber la hora del día mirando a los ojos de un gato y esta creencia aún se mantiene en China.

En Japón, la famosa imagen del gato de la suerte (la figura maneki neko del gato con una pata levantada) representa a la diosa de la misericordia. La leyenda cuenta que una gata, sentada en el exterior del templo de Gotoku-ji, levantó la pata en señal de reconocimiento al emperador que pasaba por allí. Atraído por el gesto de la gata, el emperador entró en el templo e, instantes después, un rayo cayó en el mismo lugar en el que se encontraba. El gato, por tanto, le salvó la vida y recibió grandes honores.

Se cree que la imagen del gato de la suerte trae buena suerte cuando se regala y sigue siendo un regalo muy popular en Japón. El gato se solía considerar un guardián del hogar y se pensaba que era el protector especial de los libros valiosos. Los gatos solían alojarse en pagodas privadas en Japón y se consideraban tan valiosos que, en el siglo X d. C., solo la nobleza podía permitirse tener uno.

Mosaic, Pompeii
Mosaico, Pompeya
Mary Harrsch (Photographed at the Museo Archaeologico Nazionale di Napoli) (CC BY-SA)

Los gatos en Grecia y Roma

Aunque en Grecia y Roma se tenían gatos, el aprecio por el animal como cazador no era tan grande en esas culturas debido a la práctica griega y romana de tener comadrejas domesticadas para controlar las plagas. Los romanos consideraban al gato como un símbolo de independencia y no como una criatura útil. Tanto griegos como romanos tenían a los gatos como animales de compañía y los tenían en alta estima.

Un epitafio del siglo I d. C., en el que aparece una niña con un gato en la mano, es uno de los primeros testimonios de la presencia de gatos en Roma, y en Grecia, el dramaturgo Aristófanes (c. 446-386 a. C.) incluía con frecuencia a los gatos en sus obras con fines cómicos (acuñando la frase "el gato lo hizo" para culparlo). Sin embargo, entre las civilizaciones antiguas, el gato fue probablemente el menos popular entre los griegos debido a su asociación en ciertos mitos con la diosa de la muerte, la oscuridad y las brujas, Hécate, que se asocia más comúnmente con el perro (al igual que su homóloga romana, Trivia). La leyenda de que el gato protegía al niño Jesús de los roedores y las serpientes es una evolución muy posterior del aprecio que los griegos tienen por el gato, por lo que se le conceden los mejores lugares en los hogares griegos, pero, en un principio, no parece que se les tuviera en gran estima.

Se cree que los gatos fueron traídos a Europa por comerciantes fenicios que los sacaron de Egipto. Como se sabe que los fenicios comerciaban ampliamente con todas las civilizaciones conocidas de la época, los gatos podrían haberse extendido por la región con bastante regularidad. Está bien documentado que los gatos se mantenían en los barcos para controlar las alimañas en la época de la Era de los Descubrimientos, en el siglo XV, y lo más probable es que sirvieran para el mismo fin a los fenicios. Si los fenicios trajeron el gato a Europa, como parece muy probable, también pueden haber introducido la asociación griega del gato con Hécate. Como ya se ha dicho, Hécate se asociaba a los perros con regularidad, pero una historia en particular, que era bastante popular, vincula a la diosa oscura con el gato.

El mito griego que sugiere este vínculo es la conocida historia de Heracles (el Hércules romano) y se refiere a Galinthius, una sirvienta de la madre de Heracles, la princesa Alcmena. El dios Zeus sedujo a Alcmena, quien quedó embarazada de Heracles. La esposa de Zeus, Hera, vio frustrado su intento de matar a Alcmena y a Heracles gracias a la astucia de Galintio. Enfurecida, Hera transformó a Galintio en un gato y la envió al inframundo para que sirviera siempre a Hécate. Esta historia fue popularizada por el escritor latino Antoninus Leberalis (siglo II d. C.) en su Metamorfosis, un relato de cuentos antiguos que fue lo suficientemente popular como para ser copiado y distribuido hasta el siglo IX y para disfrutar de un amplio número de lectores hasta al menos el siglo XVI. Este mito asociaba a los gatos con la oscuridad, la transformación, el inframundo y la brujería y, con el tiempo, estas asociaciones resultarían muy desafortunadas para el gato.

Los gatos como figuras demoníacas

Aunque los gatos parecen haber disfrutado de su antiguo prestigio en los países europeos al principio (en la mitología nórdica, por ejemplo, la gran diosa Freya es representada en un carro tirado por gatos y tanto en Irlanda como en Escocia los gatos son representados como mágicos en un sentido positivo), la Iglesia cristiana, siguiendo su curso habitual de demonización de importantes símbolos paganos, se basó en el vínculo preexistente entre el gato y la brujería para asociar a los gatos con el mal personificado en el diablo. El escritor medieval Walter Map (c. 1140-1210) asoció al gato con las fuerzas demoníacas en su obra (aunque es posible que fuera satírica) y hay registros de gatos que se mataban ritualmente en Cambridge, Inglaterra, a principios del siglo XIII.

Sin embargo, la reputación del gato sufrió un giro más grave después de que el Papa Gregorio IX (1227-1241) emitiera su bula conocida como Vox in Rama en 1233, en la que denunciaba a los gatos como malvados y aliados de satanás, y los gatos, especialmente los negros, fueron demonizados hasta el punto de que se los mataba regularmente en toda Europa. No hay que suponer que el pueblo llano hubiera leído la Vox in Rama y respondido a ella, ni siquiera que la bula estuviera muy extendida (solo se expidió a Enrique III, conde de Sayn, en Alemania), pero la opinión de la Iglesia hacia los gatos se habría filtrado sin duda desde los niveles más altos hasta los laicos de las congregaciones.

Durante mucho tiempo se ha argumentado que la muerte de tantos gatos permitió que prosperaran las poblaciones de ratones y ratas y que las pulgas que estos bichos portaban provocaron la peste bubónica de 1348. Aunque esta teoría ha sido discutida, no parece haber duda de que una disminución de la población de gatos provocaría un aumento del número de ratones y ratas, y está demostrado que hubo tal disminución del número de gatos antes de 1348. A pesar de que estudios recientes han llegado a la conclusión de que la peste se propagó a través de la interacción humana (no a través de la interacción con roedores), los parásitos de las ratas y los ratones seguían siendo portadores de la peste. Sin embargo, la gente de la época no tenía ni idea de la procedencia de la peste (la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste, no se aisló hasta 1894) y no veía ninguna correlación entre el número de roedores, los gatos y la enfermedad; por lo tanto, los gatos seguían siendo sospechosos de todo tipo de mala voluntad y atributos peligrosos.

Desmond Morris escribe: "Como el gato era visto como algo maligno, los escritores de la época le atribuían todo tipo de poderes aterradores. Se decía que sus dientes eran venenosos, su carne venenosa, su pelo letal (que causaba asfixia si se tragaban accidentalmente unos pocos) y su aliento infeccioso, que destruía los pulmones humanos y causaba tisis", y además afirma: "Recién en 1658 Edward Topsel, en su seria obra sobre historia natural, [escribió] 'los familiares de las brujas aparecen normalmente en forma de gatos, lo que es un argumento de que esta bestia es peligrosa para el alma y el cuerpo'" (158). Los habitantes de las naciones europeas, que creían que el gato era maligno, rehuían no solo al animal, sino a cualquiera que pareciera estar demasiado encariñado con los gatos. Las ancianas que cuidaban de los gatos eran especialmente susceptibles de ser castigadas por brujería por el simple hecho de ser acusadas de ello.

La época victoriana y la reivindicación del gato

Los gatos sobrevivieron a estas frenéticas supersticiones mejor que muchos de sus compañeros humanos y durante la Ilustración del siglo XVIII fueron elevados a la categoría de mascotas mimadas. Esto se debió al espíritu de la época y al nuevo paradigma de la razón que prevalecía sobre la superstición. El poder de la iglesia para dictar la opinión popular se había roto con la Reforma protestante (1517-1648) y en el Siglo de las Luces la gente podía elegir creer lo que quisiera con respecto a los gatos o cualquier otro tema.

Durante la época victoriana (1837-1901) los gatos volvieron a ser elevados a la posición que habían tenido en el antiguo Egipto. La reina Victoria de Gran Bretaña, que siempre había tenido perros como mascotas, se interesó por los gatos por las numerosas historias de hallazgos arqueológicos en Egipto que se publicaban regularmente en Inglaterra. Muchos de estos relatos incluían descripciones de la veneración egipcia de los gatos, imágenes de estatuas de Bastet y la asociación felina con los dioses y la monarquía. El interés de la reina por los gatos la llevó a adoptar dos persas azules a los que trató como miembros de su corte. Esta historia fue difundida por los periódicos de la época y, como la reina Victoria era una monarca muy popular, cada vez más personas se interesaron por tener sus propios gatos.

Esta tendencia se extendió a los Estados Unidos y fue fomentada por la revista más popular de América en aquella época, Godey's Lady's Book. Publicada por Louis A. Godey, de Filadelfia, entre 1830 y 1878, esta revista mensual ofrecía relatos, artículos, poemas y grabados, y quizá sea más conocida por haber contribuido a institucionalizar la práctica del árbol de Navidad familiar en Estados Unidos (aunque también defendía los derechos de la mujer, la educación, la celebración del Día de Acción de Gracias y fue una de las primeras en publicar la obra de Edgar Allen Poe).

En 1836, la brillante editora y escritora Sarah Josepha Hale se unió a Godey's y mejoró enormemente su reputación y circulación. En un artículo de 1860, Hale escribió que los gatos no eran únicamente para las mujeres mayores o los monarcas y que cualquiera debería sentirse cómodo al abrazar el "amor y la virtud" del gato. La popularidad de los gatos en Estados Unidos creció notablemente después del artículo de Godey. Se cree que los gatos llegaron a Norteamérica por primera vez en 1749, procedentes de Inglaterra, para ayudar a controlar la población de ratones y ratas, pero parece que se consideraron en gran medida utilitarios hasta la época victoriana, cuando se convirtieron en mascotas apreciadas y, en Estados Unidos, esto se debió en gran medida a la influencia del Godey's Lady's Book y a las contribuciones de Sarah Hale al mismo.

La popularidad de los gatos

Muchos escritores de la época tenían y admiraban a los gatos. Charles Dickens era tan devoto de sus gatos que les permitía entrar en su estudio y regularmente dejaba que su favorito (conocido como El gato del amo) apagara la vela del escritorio de Dickens incluso cuando el autor estaba trabajando. Evidentemente, el gato se cansaba de que la atención de Dickens se dirigiera a la página en lugar de a la compañía felina y a las caricias (Morris, 167). Mark Twain, William Wordsworth, John Keats y Thomas Hardy fueron grandes admiradores del gato y Lewis Carroll, por supuesto, creó una de las imágenes más duraderas del felino a través del Gato de Cheshire en sus Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

La primera gran exposición de gatos se celebró en el Crystal Palace de Londres en 1871 y el aprecio por el gato se elevó a tal nivel que, por primera vez, los gatos recibieron "estándares y clases específicas" que todavía se utilizan para categorizar a los felinos en la actualidad (Morris, 148). Las exposiciones de gatos se hicieron cada vez más populares después de este acontecimiento y el interés por la cría y la exhibición de gatos se extendió por toda Europa y Norteamérica. La primera exposición de gatos en América (en 1895) fue tan popular que se celebró en el gran recinto del Madison Square Garden de Manhattan. Desde agentes de control de plagas hasta criaturas divinas o semidivinas, pasando por encarnaciones del mal y, finalmente, por mascotas domésticas, los gatos han sido los compañeros más cercanos del ser humano durante siglos. Hoy en día siguen siendo compañeros valiosos para personas de todo el mundo y, con ello, estos individuos continúan el legado de los antiguos en su devoción y aprecio por el gato.

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Sobre el traductor

Gilda Macedo
Escritora y traductora independiente. Respeto el conocimiento y las formas que cada región y país tiene para narrar su historia. La historia tiene la característica de ser una disciplina que conecta todas las áreas del conocimiento de forma interrelacionada.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2012, noviembre 17). Los gatos en el mundo antiguo [Cats in the Ancient World]. (G. Macedo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-466/los-gatos-en-el-mundo-antiguo/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Los gatos en el mundo antiguo." Traducido por Gilda Macedo. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 17, 2012. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-466/los-gatos-en-el-mundo-antiguo/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Los gatos en el mundo antiguo." Traducido por Gilda Macedo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 17 nov 2012. Web. 27 abr 2024.

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